UNA TARDE TRANQUILA. PLANES LITERARIOS: MEDIR LAS FUERZAS
La vida de Vicente Cazcarra (en la foto, con Floreal Torguet, en una asamblea con universitarios del PCE, 1975) exige un compromiso literario muy fuerte. ¿Estoy en condiciones de asumirlo ahora?
La noticia de la publicación de mi relato “Tierra de nadie” en la editorial Xordica parece que vuela. Ayer Fernando Sanmartín me dijo que se lo habían dicho… Me alegré de que se alegrara: es hombre delicado y escritor exquisito. Conmigo siempre ha sido amable y creo que nos apreciamos mutuamente. Lo que más me importa es que en mí también ha tenido cierto efecto esa noticia. No tanto para inducirme a releer o corregir ese texto (tiempo habrá en un año) cuanto animarme a retomar el intento de la novela “El héroe agotado”, de la que escribí una versión no muy convincente. “El héroe agotado” tendría que ser la tercera parte de mi tetralogía “Regalo a los amigos”, ésta dedicada a la política como la primera lo estuvo a la infancia y la segunda al amor y al sexo. En aquel plan de trabajo que hace años elaboré, a esta tercera parte le corresponde un tono más angustioso que a la segunda. Mi idea es entrecruzar la búsqueda de la verdad biográfica del protagonista, Víctor (que representa a Vicente Cazcarra en la ficción) con la búsqueda de la verdad sobre la corrupción económica en el Partido Comunista: ambos, Vicente y el partido son el “héroe agotado” del siglo XX, y pueden simbolizar a las personas y a las organizaciones cuya historia está marcada, dramáticamente, por la imposibilidad de desarrollarse cabalmente a causa del conflicto entre verdad y poder, ideales e intereses creados. Mi problema no es el del fondo del asunto (¿o sí lo es?) sino el de la forma de contarlo en una novela. La apuesta de “Regalo a los amigos” fue muy fuerte y en estos días no soy el más capacitado para mantener la tensión que ese reto requiere. Me asusta, sinceramente, asumir esa escritura. ¿Puedo esperar a estar más recuperado? ¿Me mantengo en forma escribiendo breves relatos como vengo haciendo desde hace casi tres años? ¿Me meto de cabeza en el asunto y que pase lo que tenga que pasar? Insisto en que para mí el problema es esencialmente un problema literario vinculado a mi forma de concebir la escritura y a mi situación anímica y física actual. Todo se agrava. Y sé que necesito muchas fuerzas para escribir la novela que tengo en la cabeza. Porque la tengo en la cabeza. La redacción que hice, urgido por las ganas de verla ya escrita, fallaba por la base: no correspondía a mis planteamientos sobre la escritura. Era la novela que otro escritor acaso pudiera dar por suya. En eso tuvo mucha razón Mainer al hacérmelo ver. (Por eso le quiero y le estimo, por eso le entrego lo que escribo, por eso tengo en cuenta su opinión). Así que ando de nuevo hilando en la cabeza esa novela que deseo ver escrita como yo mismo la quiero escribir. ¿Tendré fuerzas? Los problemas extraliterarios de esa novela comienzan donde comienza su difusión y su lectura: las reacciones entre quienes se sientan aludidos, para bien o para mal. También ante eso he de acumular muchas fuerzas. Sé por experiencia propia lo que es soportar la presión de quienes detestan sentirse transformados en personajes vistos con los ojos de un autor… ¿Lo soportaría en estas circunstancias? Me temo que no. Pero… La vida de Vicente Cazcarra merece, por muchas razones, una buena escritura. Me dicen algunos amigos (como Eloy Fernández) que tengo que escribir una “verdadera biografía”, no una novela… Pero eso sería otro cantar, otro empeño. Y requiere otros instrumentos… que no me apetece en absoluto utilizar, o utilizar más allá de un uso escorado hacia el lado de lo literario más que hacia el lado de lo histórico. Por lo demás, ando ahora preparando unas charlas que me han solicitado. Yo les quiero dar (en mi interior) el sentido de llamar a la reflexión sobre la vivencia de la naturaleza en la ciudad. El asunto es el de la integración naturaleza-ciudad en el siglo XXI: qué está sucediendo y qué propuestas hay al respecto. Pido ayudas varias y encuentro quien me las da: documentación, datos, opiniones, bibliografía, etc. En eso tengo suerte: siempre conozco a alguien que es sabio en aquello que deseo estudiar. ¡Y me atienden cuando les pregunto! Es lo mejor que te puede pasar. (No he hecho otra cosa desde mis quince años: buscar a quienes saben de algo para preguntarles). Pero esta tarde me he dado un rato largo de “fiesta”: ni ordenador ni bolígrafo ni nada: sólo leer tranquilamente sobre Shostakovich y sobre Céline. Mañana tendré que poner mis cinco sentidos en la última corrección del texto y del plano de la Guía del Jardín Botánico, así que tendré que estar fresco y descansado. Espero que al corrector de Prames no se le hayan escapado muchas erratas: son mis ojos los que ya se marean en el mismo texto, no los suyos, nuevos ante las letras, las palabras, la puntuación, las cifras, los nombres propios y todos los etcéteras en los que uno puede dejar pasar un error por agotamiento visual. Me he sentido íntimo y recogido durante esta tarde, y no me importa mostrarme así ante ustedes. Como he repetido más de una vez, si uno no escribe en su blog exactamente lo que le da la gana en cada momento, ¿para qué escribe un blog?
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