ÁRBOLES DE LAS FUENTES, RECUERDOS DE OTROS AÑOS Y OTRAS OCUPACIONES Y PREOCUPACIONES EN LAS FUENTES...
Las Fuentes tiene mucho arbolado en sus calles. Pero sólo un pequeño parque.
Estoy ahora preparando la tercera charla sobre arbolado urbano. Ésta será sobre el barrio de Las Fuentes.
Viví en Las Fuentes durante dos períodos cercanos uno de otro pero ya los dos muy lejanos de los días de hoy.
La primera vez fue de forma clandestina: alquilamos un piso con identidad falsa para hacer de él “piso franco” dedicado a las reuniones de la dirección local del Partido Comunista de España (PCE), concretamente del Secretariado del Comité Local de Zaragoza. Sería en primavera de 1973.
Poco duré allí: el dueño vino un día de visita sorpresa y lo que vio en las habitaciones (que no se habitaban diariamente) y en la cocina (que allí no se cocinaba nada y que había muchos ceniceros) le mosqueó bastante. Su visita coincidió con una reunión de ese Secretariado: nos quedamos quietos y recuerdo que los fumadores dejaron los cigarros humear entre sus dedos sin dar una sola calada…Vicente Cazcarra y Luis Martinez parecían estatuas. No creo que fuera casualidad que al único cuarto al que no entrara el dueño fuese precisamente en el que estábamos nosotros. El caso es que cuando oímos que salía por el pasillo hacia la entrada salí yo como si tal cosa, a despedirle. Sólo un momento antes de cerrar la puerta con el dueño en el rellano, él se atrevió a decirme con voz quebrada:
- No serán ustedes de la eta, ¿verdad?
Le aseguré que de ninguna manera y que esperábamos que pronto pudiera saber quiénes éramos.
En cuanto le vi cruzar la calle Salvador Minguijón fui a donde mis amigos. Salieron pitando del piso y en muy poco tiempo dejé todo más o menos como lo había encontrado al entrar en el por primera vez. Mis cuatro cosas personales no eran impedimento para una salida rápida.
Pasaron unos años y cuando en 1978 ó 79 ya éramos legales y hacíamos mítines por la ciudad, hicimos uno en solidaridad con Chile en un lugar cercano a la casa aquella. Era por la tarde, hacía buen tiempo, los músicos sonaban muy bien y el ambiente era festivo y entusiasta. Y allí me lo encontré y él a mí. Nos reconocimos inmediatamente, nos saludamos sonrientes y recordamos aquella mañana de nervios en el piso alquilado. Cuando intervino Vicente Cazcarra como dirigente de Aragón pero también como miembro del Comité Ejecutivo del PCE le dije al amigo:
- A ese señor tenías en tu piso reunido aquella mañana. ¡Qué te parece!
La segunda vez que viví en Las Fuentes lo hice en un piso de estudiantes universitarios (de Medicina): uno del PCE y otro de la Liga Comunista,dirigente estudiantil trotskista, un tío muy majo y muy de fiar. Yo vivía ese piso más por las mañanas que por las tardes y más por las noches que por las mañanas.
Allí escribía mis artículos para Andalán y hacía traducciones del italiano para ganar algunas pesetas. Allí viví una historia de amor llena de altibajos y emociones, interrumpida siempre cada día a las diez menos cuarto de la noche, cuando saltábamos de la cama y salíamos ella y yo a la carrera hacia su casa, en la que tenía que estar a las diez en punto. Esa carrerilla por el Camino de las Torres (aún en obras, todavía no abierto como ahora; con la acequie al aire libre, con los muros derruidos de las obras, los cascotes por el suelo, etc., lo recordaré siempre entre los velos de las pesadillas.
¡Era extenuante aquello! ¡Era el antídoto de la lujuria! Pero nosotros éramos jóvenes (ella más que yo) y esos finales nocturnos no impedían nuestra vuelta al nido en cuanto podíamos.
Esta segunda casa estaba en compromiso de Caspe. Se nos acababa muchas veces el butano (por no tener dinero) y recuerdo muy bien aquellas duchas frías, con champú incluído (eso era lo más doloroso, la cabeza). También la subida de todos los pisos por la escalera, porque no teníamos ascensor. Bajar las escaleras a toda marcha de la mano de mi novia era lo único divertido que ofrecían aquellos peldaños graníticos, altísimos y cortantes.
Durante un tiempo fui “corresponsal” del periódico del PCE “Mundo Obrero” y de “Radio España Independiente”. Guardaba la dirección a la que tenía que enviar mis artículos dentro de una pata de la cama, que tenía la cabecera y los pies de tubos de latón o aluminio huecos con unos topes redondos. Quitaba el tope de una pata y sacaba el papelito. Después lo guardaba en otra pata, siempre distinta: primero para que no se notara un roce especial en ninguna y segundo porque me parecía que así la suerte se repartía multiplicada en caso de un registro policial. No sé qué pensarán los calculadores de posibilidades, incluso imagino que en cuanto a la suerte hubiera dado igual que estuviera en una pata siempre, pero a mí me parecía que por lo menos se multiplicaba mi buena suerte por cuatro. La cosa era dormir más tranquilo.
A quien le parezcan curiosas o exageradas estas medidas de seguridad le diré que cuando la policía registró el piso donde detuvieron a mi hermano Manolo (que compartíamos él y yo) pusieron la casa patas arriba y no dejaron de buscar en los sitios más inverosímiles. Cualquiera que haya pasado por un registro policial sabe cómo se las gastaba esa gentuza cuando entraban en un piso de estudiantes rojos con la convicción de que allí habría algo que encontrar.
Cuando acabó ese curso dejamos el piso, lo cual era la práctica habitual de los estudiantes comprometidos en alguna organización: no tentar a la suerte volviendo al mismo piso al curso siguiente.
Volví muchas veces a otros pisos de Las Fuentes, sobre todo al piso en el que vivían varios militantes universitarios del partido, que era donde hacíamos las reuniones de la dirección del Comité Universitario. Eran camaradas estupendos los de aquel piso y sobre todo quería mucho a Ignacio y a Pilar, pareja por entonces, con quienes conectaba muy bien y con los que reía todo lo que se puede reir en buena compañía, que es mucho. Miguel también participaba de las reuniones: sería en su vespa, yendo a una de ellas a ese piso, en la que tendríamos el accidente (¡un tío que se saltó un Stop de un metro de diámetro en pleno Paseo de la Mina!) que me tuvo fuera de la circulación durante varios meses y propició un cambio de vida que ya era necesario.
Además de los pisos de camaradas del PCE (entonces sobre todo universitarios) acudía con cierta frecuencia a la casa del dirigente obrero del partido Manolo Gil y de su mujer (durante sus años de juventud guerrillera antifranquista) Esperanza Martínez. Subir los pisos de aquella casa de la calle Monasterio de Siresa me resultaba una experiencia importante porque la pareja de militantes a la que iba a ver me merecía mucho respeto y admiración.
En esa casa le grabé varias cintas de magnetofón a Esperanza sobre su experiencia guerrillera, que años más tarde servirían para que una joven historiadora comenzase su trabajo de tesina y luego su tesis doctoral sobre la guerrilla en Aragón. A Manolo Gil sería varios años después cuando le grabé (pero en mi casa, entonces en la calle Sevilla) muchas cintas para la biografía que luego publicamos con el título “Recuerdo rojo sobre fondo azul. Luchas obreras en Zaragoza, 1940-1977”.
A Las Fuentes acudí también una mañana muy especial de la primavera de 1986. Fui a Torreramona llevando la silla de ruedas de José Manuel Falcón, porque ambos, más Emilio Lacambra nos presentábamos al Senado en las listas de la recién nacida “Candidatura Alternativa Aragonesa- Izquierda Unida”. Íbamos a dar un mitin en el recién inaugurado parque de Torreramona, una de las reivindicaciones vecinales más sentidas del barrio hecha por fin realidad. Acudimos a la hora prevista al quiosco de la música y allí subimos para dar el mitin.
José Manuel no se lo quería perder y le subimos también, con silla y todo, a pulso, arriba del quiosco para que pudiera hablar desde el micrófono allí instalado. Por cierto, nunca había llevado una silla de ruedas por esta ciudad, ni siquiera un carro de niño (de la compra sí, pero era un trecho corto), y esa experiencia me marcó. ¡Era prácticamente imposible ir por la calle! No había nada pensado para que un ciudadano en silla de ruedas pudiera pasear o ir a sus obligaciones.
José Manuel Falcón, después de muchas años de luchas y reivindicaciones como minusválido y como ecologista, se fue a un pueblo de Ecuador cuyas condiciones climáticas eran las más indicadas para retrasar el avance de su enfermedad. Consiguió vivir así varios años más de los que nadie le daba de vida. Y se casó y tuvo descendencia y no paró de hacer cosas buenas por allí. Hasta que se murió. He conocido pocos individuos tan empeñados en conseguir sus objetivos como José Manuel Falcón. Todo un ejemplar humano.
Aún tengo más recuerdos personales del barrio de Las Fuentes.
Pero prefiero dejarlo ahora y ya volveré con ellos otro día.
¡Y todo esto por estudiar ahora los árboles!
7 comentarios
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JoseAngel -
javier delgado echeverria -
tausiet -
javier delgado -
María -
benditas charlas que te transportan a un pasado reciente tan entrañable..emociona!.Espero que nos sigas contando otro rato, gracias por compartirlos con nosotros, Javier.
m ; ) -