DAVID BALLOTA CITA ESTE BLOG EN SU SECCIÓN "COSAS DE BLOGUEROS" DE HERALDO DE ARAGÓN. MÁS SOBRE MIS PITIDOS.
Hoy domingo tres de agosto ha tenido David Ballota la amable atención de citar en su sección semanal en Heraldo de Aragón "Cosas de blogueros" el texto (entero y verdadero) que publiqué el pasado 24 de julio titulado: "Agobio veraniego: el pitido y el calor". Desde aquí le doy las gracias.
He leído siempre, desde que comenzó a publicarla, esa sección en la queDavid Ballota va dando noticias de lo que publicamos la gente de Aragón que mantenemos blogs, lo cual es muy de agradecer porque nos da pistas (y a nuestr@s lector@s) de qué tipos de cosas pueden encontrarse y dónde.
Ya que a David Ballota le ha llamado la atención la historia de mi pitido, les voy a contar un poco más sobre el asunto, lo poco que sé sobre él.
¡Estúpida enfermedad! En realidad, no sé si puede llamársele enfermedad a tal cosa, parece que no. Y además, no se trata de algo doloroso. Sencillamente, un día te das cuenta de que hace mucho rato que no has dejado de escuchar un pitido dentro de tu cabeza...y ya no dejas de oirlo.
Cuando ya llevas unos meses con el pitido y sabes que no es cosa pasajera vas al médico de cabecera del Seguro, que te hace unas pruebas con el diapasón y te envía al otorrino, que te hace otras pruebas, te dice que has perdido audición en los dos oídos y te envía a hacerte más pruebas a neurología. Por fín te lo dicen: has perdido audición en los dos oídos, no tienes el nervio (el que que sea que importe) afectado, pero el pitido ya no te abandonará previsiblemente nunca en la vida. Te recomiendan que no haya nunca silencio absoluto a tu alrededor, porque el pitidito te obsesionará y será peor, mucho peor. También te dicen que se pueden tomar unas pastillas (creí entender que para la circulación sanguínea- la vasodilatación hace a veces, no siempre, menos audible el pitido), pero que en mi caso, empastillado como estoy con antidepresivos varios, no es conveniente que las tome. De hecho, también es posible que mi depresión tenga este resultado en mis oídos. Incluso que la medicación que tomo para la depresión también haya influido. En fin...
Me hubiera gustado saber qué zona de audición he perdido (qué graves, o qué agudos: creí entender que se trataba de frecuencias bastante agudas o altas) y si es poca o es mucha mi pérdida (creí entender que no era mucha). También me hubiera gustado saber qué frecuencia es la de mi pitido (yo lo escucho muy agudo, en una frecuencia muy alta, con algunas oscilaciones; podría dibujarse así: IIIIIIIIIiiiiiiiiiIIIIIIIIIIIiiiiiiiiiIIIIIIIIIIiiiiiiiiiIIIIIIIIIIIIIiiiiiiiiiiIIIIIIIIIIiiiiiiiiiiiiIIIIIII), pero no sé si no pudieron o no quisieron decírmelo.
Es posible que tales datos den igual para el caso; pero a mí me sigue pareciendo que son datos que un@ mism@ tiene derecho a saber: como la presión sanguínea, la temperatura, etc., y en general todos los datos ciertos que se le puedan dar a un@ mism@ sobre el estado de su cuerpo. Con la callada por respuesta (a lo mejor esos silencios son precisamente los adecuados para quien sufre una pérdida auditiva), me puse en lo mejor: será poca la pérdida, serán algunos de los graves más graves y de los agudos más agudos y ya está. Pudiendo ser optimista, por qué no.
A este fastidio lo llaman “tinnitus” y también “acúfenos”. Si se escribe “pitidos en los oidos” o “tinnitus” o “acúfenos” en Google o en cualquier otro buscador aparecen multitud de entradas cuyos contenidos son en general coincidentes. Pero no me parece muy recomendable ponerse a leer ese tipo de páginas si a un@ le pasa algo. En realidad, no acabo de fiarme de su rigurosidad ni de su intencionalidad.
El caso es que esta tarde de domingo de agosto (tengo la sensación de que el calor, el calor de verdad, el calor de una tarde como la de este domingo: mi biblioteca – con las persianas cerradas- está a 28 grados, me hace oir mucho más fuerte el pitido dentro de la cabeza) me he puesto a escuchar la Novena Sinfonía de Beethoven en Radio 2,Clásica, una grabación alemana del jueves 25 abril de 1957, que recoge una versión dirigida en Berlin por Herbert von Karajan con el coro de la catedrad de Santa Eudivigis y la Filarmónica de Berlin.
Pero la escucho como me hubiera puesto a escuchar cualquier otra música que emitiesen en esa emisora (en otras no, aún no ha llegado a tanto mi desesperación). Nunca imaginé que me pondría a escuchar la Novena Sinfonía sólo, o principalmente, para entretener los oídos y olvidarme del pitido. Pero así es. ¡Y ese Beethoven, que no la escuchó!
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