BIBLIOTECAS Y DISCRIMINACIÓN SOCIAL
BIBLIOTECAS Y DISCRIMINACIÓN SOCIAL
Artículo publicado el lunes 27 de agosto de 2012
Las bibliotecas nunca deberían convertirse en artefactos generadores de discriminación y exclusión social. Se inventaron para otros fines y deben seguir respondiendo al espíritu de su fundación. Ese espíritu se pervierte si se permite que el acceso a los fondos de las bibliotecas públicas exija un trámite discriminatorio hacia una parte de la población, un trato que además contribuya a la exclusión social. Y mucho más en unos tiempos en los que familias enteras sufren la carencia total de ingresos.
Pagar 4’40 euros cada año a cambio del carnet de socio de una biblioteca pública parece poco gasto si no se tienen en cuenta las circunstancias de quienes deberán hacerlo si sigue adelante la iniciativa del Ayuntamiento de Zaragoza. Otra cosa parece cuando se repara en lo que significa, proporcionalmente, esa cantidad en la economía doméstica de cientos de miles de ciudadanos, cuya situación socio-cultural está ya de por sí deteriorada. Para la mayoría de ellos generará seguramente una inhibición (más) en su relación con el resto de la sociedad, incluido ese resto de la sociedad que les puede (ya sólo o aún también) hablar por medio de textos, dibujos, películas, música, etc., que se fabricaron con una finalidad civilizatoria general orientada a fomentar la libertad individual y la cohesión social. Y hay algo más: esa medida, de tomarse finalmente, afianzará las peores actitudes de insolidaridad y de exclusión social por parte de una población “con tarjeta ciudadana”, a la que se le hará sentir única receptora legítima de un derecho universal. ¿Quiénes seremos, entonces, los miserables de esta historia?
Aún queda la esperanza de un diálogo con buen resultado. Pero, por si acaso, se me ocurre la posibilidad de recaudar un "fondo solidario" al que puedan recurrir quienes se vieran obligados a pagar por hacerse socios de las bibliotecas públicas, de modo que la ciudadanía “con papeles en regla” dé la mano a los vecinos más apurados. Vender libros usados con esa finalidad. Se admiten más propuestas. Lo que no puede ser es permitir la difusión de una cultura de la insolidaridad y la exclusión. ¡Y todo por recaudar dos perras gordas!
2 comentarios
Javier Delgado -
Me alegro muchísimo de leerte aquí, Néstor. Un abrazo muy fuerte de tu amigo Javier.
Néstor -
A parte de bibliotecas, también hay lugares donde puedes tomar libros, con la diferencia de que no puedes extraerlos del local. Hay algunos bares por Zaragoza y estoy seguro que en otras ciudades que funcionan de este modo. Solo hay que explorar un poco.
Un abrazo :)