PACO FERNÁNDEZ BUEY, in memoriam
Escribí este texto la noche del sábado pasado, nada más conocer la noticia del fallecimiento de Paco aquella tarde. Traté de enfriar la cabeza para, en un "obituario" (género para el que yo prefiero el término más fuerte de "necrológicas", acaso solamente porque es palabra esdrújula) no entrar en confesiones personales.
Aquí sí quiero dar siquiera noticia sobre una amistad que comenzó en 1977 y se mantuvo hasta ahora mismo, una amistad animada con una larga conversaciones telefónicas, prolija correspondencia y encuentros esporádicos, con todo lo cual yo aprendí mucho de Paco y él se hizo más santo paciente aún aguantando y contestando a mis muchas preguntas y a mis cavilaciones diversas.
Paco fue un mentor "de masas", capaz de inspirar el pensamiento de miles de personas en sus esperadas intervenciones públicas y en sus artículos tan medidos en lo argumental y estrictos en lo documental como llenos de rasmia emotiva, coraje levantaconciencias. Pero Paco fue también un mentor personal y fuimos muchas las personas (por lo que fui sabiendo) las que nos aprovechamos de su vocación docente y de su buen humor y optimismo con el género humano y con su capacidad de comprender y transformar el mundo (optimismo que seguro que más de una vez pondría yo en crisis con mis negritudes y mis iluminaciones sucecsivas).
A ese magisterio personalizado debo una orientación general de mis lecturas marxistas y una sensación de libertad absoluta en mi pensamiento y en mi forma de expresarlo, amén de una falta de ridículo notable a la hora de actuar en público (todo lo contrario, precisamente, a la severidad contenida de Paco que, sin embargo, me animaba siempre a lanzarme por los derroteros más peregrinos a los que me llevara mi imaginación y mi talante, ya que a veces no era precisamente mi raciocinio ni mi prudencia precisamente lo que me empujaba. Paco, seguramente por el contraste, veía en ello una forma personal de actuar tan defendible como cualquier otra, y esa mezcla de orientador estricto y de liberador entusiasta que era me hizo ir haciéndome bastante como he llegado a ser, para bien y/o para mal: me gusta el rigor intelectual pero también la arbitrariedad intuitiva. Paco lo supo ver muy bien cuando tuvo la amabilidad de epilogar mi segundo libro de poemas, "El peso del humo", en el que bailaba en el filo de la navaja entre un reivindicado materialismo y un misticismo evocador.
Como la eternidad es muy larga, tiempo habrá de comentar aspectos de la labor de Paco Fernández Buey y de su personalidad tan insolita.
De estas líneas publicadas hoy martes 28 de agosto en Heraldo de Aragón en esa sección de "Obituarios" espero sencillamente que sirvan de guiño y de abrazo con todos los que hemos sentido en algún momento el buen influjo de Paco (y de Sacristán...y de otros buenos sabios) en nuestras vidas de insumisos buscadores de una felicidad universal tal vez inencontrable.
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Jorge -